
El ferrocarril fue una ocasión única de desarrollo por un doble motivo: por una parte por lo que suponía de cara al lanzamiento del comercio y, por otra, por lo que suponía de estímulo para la industria siderúrgica por la enorme demanda de hierro que necesitaba satisfacer. Pero ambas posibilidades se frustraron en gran medida.
Respecto al comercio, el trazado radial de las comunicaciones férreas impidió una buena comunicación entre todos los extremos del territorio nacional. Además el establecimiento de un ancho de vía distinto al europeo, encarecía el transporte de mercancías, por los trasbordos que tenían que sufrir en la frontera.
Respecto a la siderurgia, la industria española no estaba en condiciones de satisfacer una demanda de tal calibre, por lo que hubo que recurrir a la importación de material extranjero. Toda una ocasión perdida.
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