miércoles, 28 de marzo de 2012
De 1962 o de "qué es una huelga"...
1962. Eran otros tiempos. Una huelga servía para pedir mejoras laborales en colectivos sometidos a condiciones inhumanas de trabajo. Servía para pedir libertad sindical. Servía para defender la libertad. Eran tiempos difíciles, muy difíciles para hacer huelga, hecho subversivo y perseguido.
2012. Son otros tiempo. No sé a quiénes va a beneficiar la huelga general de mañana, pero sí se que los sindicatos defienden su status quo. La libertad ya se conquistó y mañana solo toca defenderla. Sé que va a haber libertad para ir a la huelga. Pero ahora son tiempos difíciles también, pero más bien para usar de la libertad de no ir a la huelga, hecho que mañana, como es tradicional será entendido como subversivo por muchos piquetes y que será, como siempre, perseguido. Vuelven a ser tiempos difíciles.
1962.
Asturias contaba ya con un pasado en el que la minería había protagonizado revueltas sociales importantes. En este sentido, no podemos evitar volver la mirada a la Revolución del 34, cuando los mineros se enfrentaron al entonces gobierno republicano de Lerroux.
Ese pasado revolucionario puso a Asturias en el ojo del huracán de la represión franquista una vez terminada la Guerra Civil.
Asturias, por tanto, era un terreno abonado para la sublevación. A esto hay que sumar el hecho de que el duro trabajo minero era un campo especialmente abonado para la petición de mejoras laborales.
Así, no es de extrañar, que fuese en Asturias uno de los primeros lugares de España que comenzó a plantar cara al monolítico estado franquista y a las instituciones del Momimiento Nacional, como es el caso del Sindicato Vertical, más conocido como el Sindicato. Las huelgas de la minería asturiana son, por tanto, un símbolo de la lucha contra el régimen y una apuesta por la conquista de la libertad.
La huelga del 62[1]
[1]“La Voz de Asturias”, lunes 26 de Marzo de 2012 http://www.lavozdeasturias.es/suplementos/as-7/huelga_0_665933513.html
A la huelga de la minería asturiana en la primavera de 1962, contemplada desde la perspectiva del medio siglo transcurrido desde que estalló el conflicto en el pozo “Nicolasa”, hasta el momento actual -tan ambigüo ideológicamente, como “domesticado” políticamente…- le conviene mucho que se haga un esfuerzo historiográfico para intentar no sacarla de su propio contexto histórico, y presentarla como si hubiera sido un golpe espontáneo y espectacular que la clase obrera asturiana por antonomasia -la minera- le dio a la todavía férrea dictadura que representaba aquel “domador” del gran circo nacionalcatólico llamado España y apellidado “Unidad de destino en lo Universal”… Aquella huelga de los mineros fue la respuesta más adecuada de un colectivo humano sometido al “poder medieval” de un régimen político tan soberbio como el que, durante cuarenta años, pesó como una losa del Valle de los Caídos sobre la sociedad española en general, y la izquierda española en particular. La primavera de 1962 señaló el principio del fin del sindicalismo vertical, la gran mordaza oficial con la que se pretendía silenciar a la clase obrera, hasta dejarla convertida en una masa amorfa y, sobre todo, disuadirla de cualquier intento para rehacer el histórico movimiento obrero, que, en Asturias, había tenido un escenario excepcional en las dos cuencas mineras: la del Caudal y la del Nalón.
Hace cincuenta y un años -a mediados de 1961- habían empezado sus actividades sociopolíticas unas llamadas “Comisiones de obreros” en cada uno de los pozos mineros. Sus miembros eran elegidos, por sus compañeros, entre aquellos mineros que destacaban por sus inquietudes sociales y laborales, para que los representaran ante el poder empresarial cada vez que se plateaban problemas, en sus respectivos pozos, de higiene, de horarios, de destajos, etc… Aquellas primarias “Comisiones de obreros” fueron la célula madre del actual sindicado de clase Comisiones Obreras.
Las huelgas mineras en los años 60 del siglo pasado fueron, principalmente, un estímulo para el intento de recuperar el movimiento obrero como columna vertebral de las reivindicaciones sociales y laborales de la clase obrera española. En el poder político de aquella España -cuya nave empezaba a rectificar sutilmente su rumbo totalitario, para continuar navegando, como hasta entonces, en el mismo océano de sus sueños “imperiales”…- todavía asusta la posibilidad de que la clase obrera pudiera recuperar el histórico poder político y social que tuvo en los años 30 -por ejemplo- del siglo XX. Ese miedo histórico al resurgimiento -por ahora, simplemente hipotético- del movimiento obrero es una de las principales herencias recibidas por la actual “derecha mixta” de la vieja cultura política que, con tanto celo, había difundido, durante tantos años, el integrismo “españolista” cuando se convenció de que la “democracia orgánica”, que, desde 1939, nutría ideológicamente al sistema de gobierno franquista, debía ser sustituida por una democracia sin aditivos.
La ya histórica huelga minera en la primavera de 1962, que tuvo una segunda y enconadísima parte en el mes de agosto de ese mismo año, no fue la primera ni la única de las huelgas de la mítica minería asturiana durante la dictadura franquista. En marzo de 1957, en el pozo “María Luisa” (cuenca del Nalón) estalló un serio conflicto laboral al declararse en huelga “de brazos caídos” sus picadores al retirarles los “guajes” -sus ayudantes fijos-, con lo que el trabajo del picador se incrementaba considerablemente sin que, a cambio, les aumentara su salario. Esta huelga -conocida como “la huelga del guaje”-. Fue secundada inmediatamente por los mineros de los pozos “Fondón” y “La Nueva”. Al final, se calcula que aquel conflicto iniciado en el “María Luisa” había sido secundado por unos 3.000 a 5.000 mineros.
Este breve y somero repaso a unos concretos acontecimientos sociales -y, evidentemente, políticos- ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo XX en Asturias, a pesar de las duras represalias que el poder empresarial y el poder político tan unidos ambos, que constituían uno solo e implacable, como ahora ocurre también, no debería quedar en un simple ejercicio de melancolía ideológica para la izquierda, sino en un acicate para recuperar (sobre todo, aquellos que lo tuvieron y lo perdieron…) el agudo sentido de la autocrítica política; precisamente, una virtud ideológica que parece haber sido erradicada de la inteligencia de la izquierda, suponiendo que la izquierda no haya desaparecido en Asturias en beneficio de la derecha.
Puestos a bucear en el pozo de la historia, no estaría de más recordar aquea tremenda “boutade” que, un día, le soltó a un periodista el general superlativo que, hoy, descansa de su ardor guerreo en la cripta de Cuelgamuros “La guerra en Marruecos tenia un aire romántico, un aire de reconquista. Esta guerra en Asturias es una guerra de fronteras: al otro lado están el socialismo, el comunismo y las demás fuerzas que atacan a la civilización para reemplazarla por la barbarie”. Lo dijo Franco cuando había acabado de represaliar duramente a los mineros que habían protagonizado una huelga aquel mismo año: 1917. Reconozcamos que las huelgas mineras no son meros sucesos episódicos, sino la Historia misma de la Asturias contemporánea.
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