Así como la escultura griega tenía como fin la búsqueda de la belleza, en el Románico se impone un arte conceptual, en el que lo primordial es el mensaje que se quiere transmitir. Se trata de un arte conceptual. Siendo conscientes de que casi la totalidad de la población es analfabeta, las portadas de las iglesias y catedrales se transforman en murales, lugares desde los cuales transmitir ideas al pueblo. Se dice que son auténticos catecismos de piedra que ayudan a transmitir con imágenes las ideas relacionadas con la fe y la moral cristiana.
De este modo, el fiel que se acerca al templo, a pesar de su analfabetismo y de su nula formación recibe una catequesis asequible por su carácter visual: identifica lo feo con lo malo. Recibe una catequesis moral.
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