Historia del Arte: llegamos a puerto.

Agridulce.  Alma, pensamiento y corazón.

Me desperté demasiadas veces durante la noche, demasiadas sobre todo porque  eran las dos y media cuando me metí en la cama. Ya me costó conciliar el sueño, a pesar de que sabía que apremiaba porque a las siete sonaría inexorablemente el reloj. Y es que cada vez que me daba una vuelta no podía evitar espabilarme unas veces recordando imágenes de estos años, otras recordando palabras y gestos de anoche. Y es que anoche tocó despedida.

Tocó des-pedida, porque tocaba devolver lo pedido que en un septiembre se me prestó. Había pedido  poder llegar a apreciar y querer a esos desconocidos que aquel primer día miraba a los ojos, uno a uno nada más entrar; pedí volver a vivir el sueño de poder servir, de poder aportar, de poder compartir. Y, aún más. Aunque fuera pedir demasiado, pedí, incluso, poder ver  la ilusión en los ojos,  y sentir que cada día algo iba algo quedando, un poso con el que  algo se iba construyendo algo que iba más allá de la Historia y del Arte, que iba más allá de los archivadores e imágenes, más allá de las secas paredes del aula; algo que  a fuerza de verdad y entrega pretendía ahondar en el alma, provocar el pensamiento y hasta tocar el corazón. Alma, pensamiento y corazón.

Y hoy la singladura que entonces empezó toca hoy  a su fin.  Y hemos compartido mucho, mucho más de lo que se podía pedir: hemos compartido alma, pensamiento y corazón.

He tenido la suerte de ver y acompañar a quien, por fin, dejó de dejarse seducir por el abandono y puso empeño; y también a quien, viendo su maravillosa y enorme sonrisa, era imposible saber cuándo era un mal día. Y también a quien sedujo con una mirada profunda y perspicaz que revelaba un enorme hervidero interior. Y también a quien perseveraba y perseveraba contra viento y marea y a la chita callando alcanzaba lo que quería. Y también a  quien, detrás de su aspecto lánguido, escondía grandes ambiciones. Y a quien supo defender lo que quería por encima de lo que le apetecía y a quien, se escondía detrás de una coraza que terminó por desvanecerse, y a quien, nada más mirar, ya sabíamos que la lágrima estaba a las puertas y a quien aceptó el reto de retarse a sí mismo y espero ver dentro de unos años y escuchar de sus labios lo he conseguido. Un grumete se nos quedó por el camino… pero, no perdamos la esperanza, porque cualquier día aparecerá de nuevo…

Hoy no puedo más que rendirme. Rendirme ante una tripulación, mi tripulación, que cumplió, y cumplió con creces lo que esperaba. Se volvieron a compartir sonrisas, risas, amarguras e ilusiones. 

Hoy nos conocemos y nos reconocemos, nos reconocemos a cada uno por sus palabras y por sus silencios y hasta por sus miradas hasta adivinar los pensamientos. Siento que hemos cumplido un sueño, el sueño de haber compartido, de haber generado ilusión. Solo espero haber dejado algo en alguien, haber contribuido, si quiera sea en una pequeña parte,  solo espero que, como yo, cada uno de vosotros, mis amigos pequeños, podáis decir hoy como yo “me alegro de haberte conocido” y pasado un tiempo, con la misma mirada, brillante y sincera que revela el pensamiento que corre tras ella, volvamos a reconocernos.

Agridulce. Mis amigos pequeños, hoy se me desgarra un poco el corazón, porque una parte de mí se marcha con vuestra marcha, pero a la par la ilusión del principio ya es un hecho, ya es inevitable: formáis parte de mí. Siempre. Formáis parte de mi mochila. Os llevo conmigo.

Siempre vuestro, vuestro Capitán.