sábado, 11 de abril de 2020
Día 30 después del día C. Domingo de Resurrección. Cosas que ni cambian ni puñetera falta que hace.
Ahora entiendo que siempre haya tantas cosas pendientes por
hacer. Ahora entiendo que hubiera tantas cosas a las que nunca se les podía
meter mano. Vamos, que después de treinta días de encierro, todavía me quedan
un montón de cosas por hacer. Es que no lo entiendo. Mira que, cuando empezó
todo esto, me dije “ésta es la mía”. Mira, tú dirás que soy tonto, pero es que
me hice hasta una lista (sí, lo confieso, soy otro fan fanático de las listas).
Pues, ¿sabes lo que te digo? Valiente mierda de lista. Treinta días después
solo me he leído un libro, he ordenado medio armario, he cambiado tres
bombillas y he colgado dos cuadritos. El resto de la lista está ahí toda
intacta. Y te digo una cosa, a veces, siento incluso que la tía me mira y como
que se burla de mí.
Es que no lo entiendo: yo creo que hemos llevado mal la
cuenta: que ni de coña podemos llevar ya treinta días, que te digo yo que no;
que, en algún momento, me he tenido que saltar alguno fijo.
Es que no sé qué puñetas estoy haciendo. Y, vamos, que no te
creas que estoy ahí sentado rascándome. Qué va, debo ser de ese club de idiotas
que no para en todo el día y que está más estresado que antes del día C.
Es que hay cosas que no cambian: si quieres hacer todas las
cosas, no hagas una lista. Vamos, que es ponerlas todas en una lista y es como
si todas las cosas se fueran escurriendo, se escondieran, se resistieran a que
las tacharas. Vamos, que si quieres que algunas cosas no se terminen de hacer o
duren más que las obras de la Catedral, no tienes más que meterlas todas en una
lista.
Hay cosas que ni el bicho va a poder cambiar. Y por eso lo
estoy viendo venir. Es que lo estoy viendo venir pero así como de frente nítido
y cristalino. Vamos que lo estoy viendo venir como cuando me monté por primera
vez en la bici y mi madre me dijo “¡cuidado con la farola!”; ojú, quillo, yo no
sé qué hice, mira que había sitio, ¿eh? pero yo, de repente, no veía más que
farola, yo veía una farola pero tela de grande; vamos que me agarré tan fuerte
al manillar que doblaba menos los codos que un playmóbil; vamos, que no quedó
otra, que ya te digo yo que fue completamente inevitable comérmela a palo seco.
Pero, ¿sabes qué te digo? Que yo soy así. Vamos, que si un
día me levantara y no la cagara en las mismas cosas de siempre, medaría hasta
sustito, porque ni me reconocería. Así que tampoco yo creo que haya que cambiar
todas las cosas. Qué va, de hecho, no hay más que ver qué día es hoy, para
tener la certeza de que hay cosas que ni cambian ni puñetera falta hace que
cambien..........
¡Feliz Pascua de Resurrección!
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