martes, 5 de mayo de 2009
El periodo de entreguerras (1919-1939)
La Primera Guerra Mundial terminará, sí, pero sin resolver los problemas que la originaron. Los hombres aplazarán su enfrentamiento para un momento más oportuno.
Los veinte años que siguen al final de la Primera gran guerra no son, en gran medida, sino la preparación de las bases que desembocarán en el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Rusia vivirá su Revolución, que se iniciaba siguiendo directrices burguesas allá por febrero de 1917 y que terminará viendo cómo se imponen las tesis de un Lenin que tomará las primeras medidas revolucionarias, retirará a Rusia de la guerra y saldrá vencedor de la guerra civil que le enfrentará al Ejército Blanco.
De la muerte prematura de Lenin resultará la lucha de poder entre Trotski, director del Ejército Rojo y un ambicioso Stalin (hombre de hierro) que terminará por imponerse y sumirá a la Unión Soviética en un régimen totalitario y policial, en el que resulta difícil distinguir qué se encamina a saciar su ambición personal y qué a hacer de la Unión Soviética una gran potencia económica.
Lo cierto es que, a la postre, la URSS se convertirá en un Estado fuerte a costa de pasar por encima de sus propios habitantes: un Estado con una economía potentísima, sostenido por una población pobrísima. Ése será precisamente el talón de este Aquiles que, no obstante, plantará cara a la Troya de este mundo hasta los años noventa.
Ya está habilitado en el lateral el enlace que nos dirige a la página del tema de El periodo de entreguerras de nuestra web.
Los veinte años que siguen al final de la Primera gran guerra no son, en gran medida, sino la preparación de las bases que desembocarán en el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Rusia vivirá su Revolución, que se iniciaba siguiendo directrices burguesas allá por febrero de 1917 y que terminará viendo cómo se imponen las tesis de un Lenin que tomará las primeras medidas revolucionarias, retirará a Rusia de la guerra y saldrá vencedor de la guerra civil que le enfrentará al Ejército Blanco.
De la muerte prematura de Lenin resultará la lucha de poder entre Trotski, director del Ejército Rojo y un ambicioso Stalin (hombre de hierro) que terminará por imponerse y sumirá a la Unión Soviética en un régimen totalitario y policial, en el que resulta difícil distinguir qué se encamina a saciar su ambición personal y qué a hacer de la Unión Soviética una gran potencia económica.
Lo cierto es que, a la postre, la URSS se convertirá en un Estado fuerte a costa de pasar por encima de sus propios habitantes: un Estado con una economía potentísima, sostenido por una población pobrísima. Ése será precisamente el talón de este Aquiles que, no obstante, plantará cara a la Troya de este mundo hasta los años noventa.
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